Un nacimiento y desarrollo singular y fortuito. Ellas funcionan, crecen y otorgan pruebas de elocuencia y veracidad entre obstáculos propios de un mundo aún inmaduro. Un mecanismo que no prevé concluir, progresivo, paralelo, autónomo, que disgrega en humor y expresividad.
Un camino alternativo, el más literal de todos ellos: Hombres aferrados con sus brazos, manos, diez dedos con uñas. Alivio, gozo y fascinación; duda, sufrimiento pero al menos un respiro.
Para gente que cree o descree con fervor. Para aquel que se cuestiona o afirma día a día. Pero sobre todo, para el que padece creer y aún así no se rinde.
Dijo Gilda Sosa, Revista Abrí:
"Hombres y Cosas nos pone en evidencia con inteligencia y humor ante esa ineludible relación con lo mío, con “mis cositas”, con aquello a lo que me aferro y aprieto contra mi cuerpo y que ya forma parte de mi andar. Con mucha teatralidad la incomodidad de llevar como extensiones del los brazos unas maderas hace que estos personajes naveguen por situaciones de las más variadas: el desamor, la ilusión, los deseos, el temor, la desesperación todo transcurre bajo un tinte irónico pero no acusador sino más bien con ternura hacia esos genuinos intentos de estos hombrecitos y sus cosas.
Una librería y la casa de un jovencito que ha empezado a frecuentar el local son los espacios en donde todo transcurre. El director ha aprovechado el espacio y sus desniveles de excelente manera. Los actores se desenvuelven con mucha conexión y sin fisuras llevan la obra por todas las variaciones y recovecos que esta historia propone.."
Dijo Federico Engels, Contribución a la Crítica de la Economía Política:
"La economía política comienza por la mercancía, por el momento en que se cambian unos productos por otros, ya sea por obra de individuos aislados o de comunidades primitivas. El producto que entra en el intercambio es una mercancía. Pero es mercancía pura y simplemente porque a la cosa, al producto, va ligada una relación entre dos personas o comunidades, la relación entre el productor y el consumidor, que aquí no se confunden ya en la misma persona. He aquí un ejemplo de un hecho peculiar que recorre toda la economía política y ha producido lamentables confusiones en las cabezas de los economistas burgueses. La economía política no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y, en última instancia, entre clases; si bien estas relaciones van siempre unidas a cosas y aparecen como cosas."

Dijo Carlos Pacheco (La Nación, Jueves 13 de noviembre de 2008):
"El mundo de una librería tiene sus particularidades. Las historias contenidas en los libros parecen muy diferentes a las de las personas que en trabajan en esos ámbitos o aquellas que los visitan. El autor Agustín Rafael Martínez ha decidido utilizar ese marco para animar una historia pequeña, pero potente, que posibilitará reconocer el mundo personal e íntimo de un grupo de hombres. Unos, libreros de raza; otros, llegan desde el exterior, con una fuerte carga de opresión y dispuestos a invadirlos sin reconocer sus bondades y angustias.

Los protagonistas de este espectáculo se relacionan por medio del afecto personal, pero también están unidos por ese mundo de los libros. Es más, algunas de sus historias individuales parecen salidas de algún volumen de esos que compran o venden. Algo determina sus conductas, en todos los casos: la necesidad de aferrarse corporalmente a eso que buscan, que necesitan. Un juego con objetos mostrará la precariedad de sus sentimientos y, a la vez, posibilitará reconocerlos mejor."

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